Expectativas fijas y sufrimiento

Mucho de nuestro sufrimiento nace de nuestras expectativas. La vida es un constante ir y venir de cambios, algunos los invistamos nosotros, otros nos visitan sin previo aviso. Nada es fijo, nada queda igual.
Si nuestro foco está posicionado afuera de nosotros y estamos buscando la seguridad a través del control, vamos inevitablemente a sufrir los movimientos de la vida, como si fueran corrientes no naturales que nos tiran en lejanas orillas.
Es sano y natural tener deseos, definir objetivos, soñar y hacer planes, lo que nos juega en contra es cuando nos ponemos muy rígidos en nuestras ideas de cómo las cosas y las personas tienen que ser para que podamos ser felices. Es bueno estar claro en lo que uno quiere experimentar, solamente recordemos agrandar un poco el foco, para incluir no sólo lo que pensamos sea posible hoy, sino aun cosas más grandes.
Hay una inteligencia latente que orquestra nuestras vidas. Necesitamos darle un poco de crédito y parar de micro manejar cada pequeño detalle. Abrirnos a su amor y convertirnos en observadores curiosos de esta danza cósmica que no crea desecho y que siempre está trabajando para el bien mayor. Esta inteligencia nos conecta a todos y espera el momento en el cual nuestro pequeño ser despierte.
La sociedad nos enseña el valor de la productividad, estar siempre prestando atención a lo que puede suceder mal, a lo que salga errado, a lo que haga falta reparar. La atención está siempre puesta en la carencia, lo que precisa mejora o reparación. ¿Y qué de toda la belleza que ya existe para ser apreciada?
Si tan sólo pudiéramos cada tanto, mirar lo que está saliendo bien, lo que ya hemos conseguido, los obstáculos que hemos sobrepasado y las lecciones que hemos aprendido, podríamos ver que hay mucha belleza en nuestros caminos y comenzar a creer que podemos soltar el control de los detalles.
Los invito a ser curiosos acerca de cómo la aventura de sus vidas está desarrollándose, de todas las sorpresas y oportunidades ocultas, que seguramente vendrán y desde ese espacio de aceptación y entrega, soñar grande, sin límites ni expectativas.