No eres tus pensamientos ni tus sentimientos

Nuestros pensamientos y sentimientos pueden ser abrumadores y confundirnos a veces. Si nos tomamos el tiempo de observarlos conscientemente, notaremos que nunca dejamos de producir pensamientos y que estos pensamientos generan siempre respuestas emocionales. Es como si nuestro cerebro fuera una máquina de palomitas de maíz, continuamente explotando con una nueva idea, que llama nuestra atención.
Por alguna razón, suponemos que, si se genera un pensamiento dentro de nosotros, somos ese pensamiento. Esto es una falacia. Los pensamientos son invitaciones para reflexionar sobre las cosas, podemos unirnos a esa sala de discusión o no, como queramos. Para mantener la sanidad, necesitamos separarnos de nuestros pensamientos y crear espacio entre ellos y nosotros, para que podamos elegir conscientemente.
Imagínate estar en una terminal de trenes, con cada tren yendo a un lugar diferente. Escaneas rápidamente su información de destino y dejas pasar todos los trenes que no te conciernen. Lo mismo debe hacerse con los pensamientos, lees los titulares y solo eliges los que te llevarán a donde quieres ir. Si te diriges al centro, no tomarás un tren que vaya a los suburbios. Es tan simple como eso.
Prueba el siguiente ejercicio, siéntate en silencio y contempla tu mente, sin juzgar, como si estuvieras viendo una película. Sigue el pensamiento hasta su segundo vagón, el tercero y así sucesivamente para ver a dónde te lleva. Al hacer esto, te darás cuenta de que una vez que decidimos prestar atención a un pensamiento, comenzamos a enhebrar automáticamente una historia, lo que provocará una respuesta emocional.
Ahora, de repente, nos sentimos preocupados, deprimidos, descuidados, perdidos, inseguros, sin siquiera saber por qué. Pero incluso si tomamos el tren de pensamiento equivocado que nos dejó en un lugar desagradable, eso no significa que debemos permanecer allí. Las emociones en sí mismas sólo duran 90 segundos, es decir, que ese es el total de combustible químico que contienen para sustentarse. Podemos recordar esto y dejarlas pasar o podemos elegir darles nuestra atención. Mientras estemos dedicando nuestra energía a ese pensamiento, continuaremos produciendo las señales químicas que soportarán la misma emoción desagradable (energía en movimiento). Con sólo recordar, que funcionamos como antenas cósmicas, sintonizando información de todo tipo y que no tenemos obligación de tomar residencia en cada pensamiento, sino permitir que pase por nosotros sin juicio, estaremos contribuyendo en gran medida a nuestro bienestar.